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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Como invertir correctamente

Cómo elegir un fondo.

Como ya comenté en alguna ocasión, “una empresa consiste en una combinación de factores de producción (dinero, maquinaria, materias primas, inteligencia, creatividad, combustibles, trabajo humano… ) que puestos a trabajar, PRODUCEN MÁS VALOR que la suma del valor de los factores utilizados. Es decir, generan riqueza, crean valor.” Pero, ¿dónde se refleja ese valor? Pues en primer lugar, en la contabilidad de la empresa; y en segundo lugar, en las dos cosas que seguimos como accionistas: el precio en bolsa y los dividendos.
A medida que una empresa vende productos o servicios por un precio mayor que el que los produce, esa diferencia se va contabilizando como beneficios. Al cierre de la contabilidad de cada año (o en algún otro momento) la dirección tiene que decidir si distribuye todo o parte de esos beneficios a los propietarios (accionistas) o si decide guardarlos como recursos propios para reducir sus necesidades de financiación, para invertir en nuevos proyectos o simplemente para mejorar su solvencia.
Si reparte beneficios sus accionistas están muy contentos porque reciben dinero y si no los reparten, sus accionistas (especialmente los que pretenden serlo a largo plazo) están también muy contentos porque el valor contable de la empresa subirá con ello. Una de las pruebas más evidentes de que esto funciona así, es que cuando una empresa reparte dividendos, suele experimentar una caída inmediata de su valor en bolsa.
Es fácil de entender, sabiendo esto, que si somos accionistas de esa empresa a través de un fondo de inversión, nos da igual cual sea esa decisión. Efectivamente, si la empresa reparte dividendos, nuestro fondo recibe esos dividendos con lo que se compensa la caída en el valor en bolsa de esa empresa y si no los reparte, pues no se produce esa caída y la empresa sigue acumulando valor contable para nuestro fondo.
Es muy importante entender bien este mecanismo. De cuando en cuando os encontraréis con que alguien ataca la rentabilidad a largo plazo de la bolsa usando la evolución de un índice como el IBEX 35 por ejemplo. Haced ver a vuestro contertulio que el Ibex solo recoge el valor de las acciones pero no incluye los dividendos repartidos. Si sumáramos los dos, veríamos la verdadera rentabilidad de la bolsa en los plazos largos.
Sin embargo, el mecanismo por el que sube el valor de las empresas en la bolsa (su cotización),  no solo esta influido por el valor contable de la empresa sino además por la demanda y la oferta que haya de esas acciones. La demanda se produce porque hay muchos inversores que, atraídos por el buen comportamiento presente y futuro de la empresa, quieren comprar sus acciones. La oferta viene dada por inversores que por ejemplo, ya han ganado suficiente con el precio de esas acciones y deciden venderlas. La oferta también se puede producir porque la propia empresa decide emitir nuevas acciones para captar capital. Esto último tiene que hacerlo con cuidado porque puede afectar negativamente al valor si, tras la entrada de nuevo capital, éste se diluye entre demasiadas acciones.
Es decir, que mientras la empresa sube en su valor contable gracias a los dividendos no repartidos y otros factores, su cotización puede subir y bajar en función de la demanda y de la oferta que haya en cada momento sobre las acciones. La historia demuestra que, en general, el efecto de la oferta y la demanda solo tiene efecto a corto y medio plazo y el valor en bolsa tiende a seguir en el largo plazo el crecimiento del valor intrínseco de la empresa.
Nosotros que somos inversores a largo plazo, debemos por tanto elegir fondos de inversión en renta variable que utilicen como criterio principal el valor (value en inglés) pues son los que probablemente nos den más alegrías en contraste con fondos más especulativos que tratan siempre de batir los índices y estar los primeros en los rankings. Somos inversores a  muy largo plazo en renta variable porque es la única inversión que puede darnos rentabilidades suficientes para acumular el patrimonio que vamos a necesitar, con un riesgo intrínseco en comparación muy bajo.
Si invirtiésemos en renta fija estaríamos asumiendo el riesgo de empresas que nos pagan un determinado tipo de interés  a cambio de nuestro dinero. Pero es evidente que nuestro riesgo de no cobrar sería el mismo como accionistas que como depositantes o bonistas. Si la empresa quiebra nos irá igual de mal a ambos. Pero si la empresa va bien, y nos ofrece, digamos un 5% garantizado por nuestro dinero, ¿tenemos alguna duda de que esta empresa espera obtener con nuestro dinero rentabilidades superiores al 5%? NO. Por tanto la mejor opción con diferencia es ser propietarios (accionistas), ya que asumimos el mismo riesgo de quiebra (no cobro) pero nos aseguramos llevarnos el 100% de esa rentabilidad adicional. ¿Por qué limitar nuestro beneficio al 5%?
Para ampliar más sobre este concepto, se puede leer los dos artículos de esta serie titulados “1 garantía=dos mentiras”.
En próximas entregas hablaremos sobre las técnicas a utilizar para maximizar nuestra rentabilidad y minimizar nuestro riesgo: la diversificación y la promediación.


Javier García Monedero. 


martes, 8 de noviembre de 2011

Guardar, ahorrar, especular o invertir

Hay muy pocos animales en la naturaleza que produzcan más de lo que necesitan. La mayor parte de los animales consumen todo lo que su cuerpo requiere y su producción se limita a cazar lo necesario para comer. Es decir, que no producen. Solo consumen o son consumidos. Algunos animales tienen características fisiológicas que les permiten almacenar en su cuerpo lo que digerirán más tarde. Son ajustes de horario o de calendario. Pero al final consumen también lo mismo que producen. Hay animales que fabrican cosas, como las abejas, y las conservan para cuando las necesiten - hay fábulas sobre ello.
El hombre es el animal por excelencia que se define por su capacidad de producir y de atesorar más de lo que necesita. El progreso de la humanidad está muy relacionado con el incremento de esa capacidad.
Sin embargo, habrá una gran diferencia en el éxito de cada persona y grupo social si se dedican simplemente a guardar el exceso de producción, a ahorrarlo o a invertirlo.
Porque esas son las tres cosas que se pueden hacer con el dinero no consumido: Guardarlo debajo del colchón, ahorrarlo en una cuenta corriente o en un depósito bancario o invertirlo. Por mucho que se empeñen algunos, las cosas, los bienes tangibles no incrementan su valor con el paso del tiempo. Tal vez aumente su precio pero no su valor. Lo más probable es que el valor disminuya debido al deterioro producido por el paso del tiempo. Los seres humanos compramos cosas y las guardamos o las usamos. Hay quien piensa que se puede invertir en oro, en cuadros o en naranjas. En mi opinión, esas no son inversiones reales. Si compramos oro y lo dejamos quieto durante 100 siglos, su valor no se incrementará, tal vez se oxide y desaparezca pero no producirá nada. Con los bienes tangibles lo que si se puede hacer es especular. Luego volveremos a ello.
Caso distinto son las empresas. Una empresa consiste en una combinación de factores de producción (dinero, maquinaria, materias primas, inteligencia, creatividad, combustibles, trabajo humano… ) que puestos a trabajar, PRODUCEN MÁS VALOR que la suma del valor de los factores utilizados. Es decir, generan riqueza, crean valor.
Acabo de mencionar entre los factores de producción uno especial: el dinero. El dinero en forma de capital puede ser el motor que inicia la actividad de la empresa al permitirle comprar los factores iniciales. Es la existencia de empresas la que nos da a todos la oportunidad de hacer algo con nuestro dinero.
Decíamos que una de las cosas que podemos hacer con el dinero es guardarlo: en el colchón o en la lata del café o como aquel campesino que iba todos los sábados al banco a que le enseñaran el dinero que les había dejado en depósito. El dinero guardado así es tan inútil como cualquier otro bien tangible. No crece, solamente se deteriora. Aparte del deterioro físico del dinero o de su pérdida, pierde valor por culpa de la inflación. El continuo incremento de la demanda de bienes hace que cada vez los precios suban con lo que el dinero pierde parte de su valor. Mala idea pues  la de guardar el dinero.
Otra forma de conservarlo sin que pierda todo su valor, es ahorrarlo en cuentas corrientes remuneradas o en depósitos bancarios. Consiste en entregarle nuestro dinero a un banco para que lo utilice en la economía real prestándolo como capital a quien lo necesita y obteniendo con ello unas ganancias. El banco a cambio de nuestro depósito nos devuelve un poco de la rentabilidad que ha obtenido con lo que compensamos la perdida de valor debida a la inflación.
Llegado a este punto, un lector podría preguntarse: ¿Por qué le dejamos al banco nuestro dinero para que gane altas rentabilidades y nos devuelva una pequeña fracción? La respuesta también es sencilla: Porque nosotros no sabríamos invertirlo adecuadamente y correríamos el riesgo de perder nuestra inversión o al menos, de no poder disponer de nuestro dinero cuando lo necesitáramos. El banco nos garantiza que lo obtendremos en la fecha fijada pase lo que pase.
Aún así, muchas personas, hartas de que el banco se lleve todo el beneficio, se deciden a invertir el dinero en bolsa hasta que pierden una buena parte y, asustados, vuelven a poner lo que les queda en el banco. Este tipo de persona, queriendo hacerse rico pronto, más que invertir, lo que hace es especular, pretender comprar barato y vender caro. Es algo extraordinariamente difícil. Si fuera fácil no estaría yo aquí a las dos de la madrugada escribiendo este artículo.
¿No hay solución pues? Claro que la hay. La respuesta es simple: la clave es el TIEMPO.
GUARDAR: Ese dinero que se va a gastar enseguida, en las próximas horas o días. Guardarlo en el bolsillo o en la cuenta corriente y aceptar que en ese plazo a penas perderá valor.
AHORRAR: Ese dinero que necesitaremos en un plazo más largo de tiempo pero siempre corto, es decir, menos de 10 años, usaremos depósitos bancarios o prestaremos nuestro dinero a empresas en forma de bonos o al estado en forma de pagarés y letras. Así, cuando lo necesitemos, no perderemos sino que obtendremos como los bancos un poquito del beneficio empresarial, de la riqueza generada por las empresas
INVERTIR: Si se trata de reservar dinero para plazos muy largos, 10 años o más, debemos invertir nuestro dinero, convertirnos directamente en propietarios de las empresas a través de fondos de inversión o de planes de pensiones invertidos en Renta Variable. Si seguimos reglas prudentes de diversificación, no correremos riesgos significativos y disfrutaremos plenamente de la extraordinaria acumulación de patrimonio que esto permite. En próximos artículos hablaremos de la manera correcta de invertir a largo plazo.
De momento, quedémonos con la lección de que dejar al banco que se lleve todo el beneficio de nuestras inversiones a largo plazo o decidir no ahorrar a largo plazo por creer que no merece la pena, puede que sea una mala idea, casi tan mala como guardar el dinero en el colchón.

lunes, 24 de octubre de 2011

Una garantía=Dos mentiras (2ª parte)

La afirmación que da titulo a este artículo puede parecer un poco radical. Es intencionado. La palabra “garantía” está tan profundamente inscrita en las mentes de los consumidores que se necesita un titular así para la atención y forzar una reflexión sobre este tema. Y es precisamente en estas circunstancias históricas, cuando bancos y países quiebran o están a punto de hacerlo, cuando más a mano tenemos la prueba evidente de esta afirmación. En épocas de bonanza, es más difícil encontrar la manera de demostrarlo.
El mundo crece, las empresas crecen y dan beneficios, el capital siempre obtiene su retribución pero desgraciadamente muy pocos se benefician de ese crecimiento. Se acumulan fortunas enormes pero la mayor parte de la población carece de la formación básica para poder aprovechar adecuadamente los beneficios del sistema productivo. Y la culpa es de las garantías. Las personas demandan garantías y las instituciones (empresas, bancos y estados) las ofrecen.
Y, ¿qué es una garantía? Es un compromiso contractualmente adquirido de cumplir una determinada promesa. En el sector financiero se refiere a un compromiso de pago y más concretamente, al pago de un determinado tipo de interés a cambio del préstamo de un dinero.  El banco A ofrece un 3,2% de interés garantizado por sus depósitos a plazo de un año. El estado B ofrece un 5% garantizado por sus bonos a 5 años. La empresa C emite bonos a 10 años a un 8% de interés garantizado.
¿Por qué unos garantizan más que otros? Aparte del plazo que puede influir, lo primero que hay que aprender y no olvidar es el siguiente principio que se cumple absolutamente siempre:
Cuanto más alto sea el tipo de interés que nos garantizan, mayor es el peligro de perder el capital
Nadie paga más interés que los necesarios y los que pagan más es simplemente porque “los mercados” (los famosos mercados) no están dispuestos a prestarles dinero a un tipo de interés menor a causa del riesgo que perciben. De igual manera, cuanto más alto sea el tipo de interés de una moneda, más alta es la posibilidad de que se devalúe.
Este es el momento de explicar cuáles son las dos mentiras a que hace referencia el título:
Mentira nº 1: La garantía trata de ocultar un riesgo que no desaparece ni se mitiga por efecto de esa garantía.
Mentira nº 2: Quien te garantiza algo, espera invertir tu dinero con tu riesgo y obtener mucha más rentabilidad de la que te ofrece.
Veamos un caso práctico: el banco A me ofrece la oportunidad de invertir 10.000€ en un bono a 10 años de la compañía B por un interés anual garantizado del 6%.
Por otra parte yo tengo la oportunidad de usar mis 10.000€ en comprar acciones de la misma compañía B.
El riesgo que corro es el de la quiebra de la compañía. Si no quiebra podrá pagarme mis intereses y mi capital sin problema. Si en vez de bonos tengo acciones, esas acciones tendrán un valor determinado dentro de 10 años.
Ahora bien, si esa compañía me ofrece un 6% por mi dinero, debo suponer que espera obtener una rentabilidad superior a ese 6%. Así pues mi riesgo en caso de quiebra es el mismo como bonista que como accionista pero si soy bonista el MÁXIMO que ganaré es un 6% mientras que como accionista el MÍNIMO que ganaré será un 6%, sea vía dividendos o vía apreciación de las acciones.
Si quiero complicarlo un poco más, como accionista aún tendré la oportunidad de vender mis acciones antes de la quiebra final con lo que la pérdida de capital puede ser menor que en el caso del bonista. Parece claro que en el largo plazo, es mucho mejor comprar las acciones que los bonos de una misma compañía.
Cuanto mayor sea el tipo de interés que pague una compañía, más probable es que quiebre y a la inversa, cuanto menor sea el tipo de interés, más probable es que sus beneficios sean elevados y que como accionistas ganemos muy buena rentabilidad.
Solo en los plazos cortos tiene sentido asegurar el tipo de interés. Pero siempre que hablemos de invertir a plazos muy largos, orientados a nuestra jubilación, la renta variable será la opción preferente. Aprendamos a diversificar y promediar y aprovechemos al máximo la economía productiva.

viernes, 23 de septiembre de 2011

No Confundir Seguro con Ahorro.

A finales de los 70, inicios de los 80, nació en los Estados Unidos un concepto que barrió la industria aseguradora en el ramo del seguro de vida. Su mayor promotor fue Art Williams quien partiendo de cero, creó la mayor compañía de seguros de los EEUU medida en total de capitales de cobertura. El concepto se resumía en la frase: “Buy term and invest the difference”, en español, “Compre seguro temporal e invierta la diferencia”

En efecto, en Estados Unidos, donde está más desarrollada la responsabilidad individual sobre el propio futuro, prácticamente todas las familias tenían y tienen productos que aseguran los ingresos en caso de fallecimiento y crean un patrimonio para la jubilación en caso de supervivencia.

El problema era el tipo de productos que tenían: Seguros de Vida Entera (Whole Life), y todas sus variantes. Eran y son productos cuyo principal defecto es mezclar en el mismo producto la protección y el ahorro. En España tenemos un producto muy común de este tipo, los Planes de Jubilación (no confundir con los Planes de Pensiones).

Origen del problema: Cuando tratamos de vender un seguro de vida a menudo nos encontramos con que el cliente tiene un rechazo inicial que expresa más o menos así: “Si vivo, todos pobres pero si muero, los que quedan se hacen ricos”. Hay que reconocer que no le falta razón, en parte porque un seguro de vida tiene más sentido si va acompañado de un buen programa de inversión para la jubilación.

Basándose en esto, el sector asegurador fue desarrollando productos que mezclaban ahorro e inversión. Hay varias e importantes razones por las que este tipo de productos son ejemplo de ineficiencia.

Pagar seguro por más tiempo del que se necesita: El seguro de vida debe cubrirnos sólo mientras tenemos responsabilidades importantes (hijos pequeños, hipoteca...) y no tenemos aún un patrimonio que nos permita vivir de él sin depender de los ingresos. Al contratar uno de estos productos pagamos seguro por tanto tiempo como contribuimos al ahorro. Ese dinero podría mejorar nuestro plan de inversión.

El ahorro se invierte con la misma política de inversión para todos los clientes del producto sin tener en cuenta su edad, su actitud ante el riesgo de inversión y por tanto en productos con rentabilidad garantizada que, desgraciadamente es pequeña.

Como consecuencia de lo anterior, para poder proyectar una cantidad que parezca significativa para el futuro, hay que hacer que la cuota sea importante y ésta sumada a los costes del seguro, más las comisiones y gastos, lleva a un esfuerzo excesivo o a reducir gravemente las expectativas para el futuro.

Estos productos son complicados de explicar y por tanto solo lo pueden vender agentes muy experimentados que esperan por venderlos unas comisiones suficientes. Como el riesgo de que el cliente deje de pagar al poco de haber empezado es grande, se construyen con unas penalizaciones grandísimas por retirarse anticipadamente.

La explicación del producto suele ocultar sigilosamente el devastador efecto de la inflación que se va a comer en el camino prácticamente toda la rentabilidad haciéndolo equivalente en la práctica a la solución de guardar los billetes en un calcetín o debajo del colchón.

La Solución: “Invierta, correctamente y proteja a su familia, de verdad”. Esta frase, que acuñamos a principios de siglo en España como adaptación al mercado español de la original “Compre seguro temporal e invierta la diferencia”, ha sido utilizada para explicar este concepto desde entonces a decenas de familias.

Como vengo explicando en estos artículos, la inversión a muy largo plazo en la economía productiva a través de Fondos de Inversión y Planes de Pensiones de Renta Variable, gracias a la diversificación y a la promediación de precios, permite con aportaciones periódicas muy modestas alcanzar patrimonios muy considerables, muy por encima de las expectativas de una persona asalariada.

Y eso permite, mediante un seguro de vida de riesgo puro, adquirir una cobertura importante que realmente pueda reemplazar los ingresos de la persona fallecida o discapacitada.

viernes, 12 de agosto de 2011

Quien garantiza algo, miente dos veces

¿Por qué los bancos tienen tan mala imagen? 

¿Como puede ser que entidades a quienes confiamos cosas tan importantes sean percibidas como enemigos? 

La mayor parte de los negocios se basan en estudiar lo que el mercado, los clientes, demandan y tratar de producirlo o suministrarlo en las mejores condiciones posibles para tener el mayor número de clientes. Para ello, los empresarios y directivos negocian con proveedores y servicios. Al final lo importante es dar al cliente lo que éste demanda.


En todos los negocios, el cliente es una persona y el proveedor es otra. Pero no así en los bancos. Los bancos negocian con dinero, toman dinero de unos clientes y se lo prestan a otros. Es decir, el cliente es a la vez proveedor y el banco tiene que negociar con él en su calidad de tal. Ese simple hecho crea un conflicto de interés permanente que está en la raíz de ese malestar.


El dinero que se coloca en el banco es un activo para los clientes pero un pasivo para el banco, un dinero que debe. Por eso los bancos llaman “pasivo” de modo genérico al dinero que captan y su gran objetivo es captar el máximo pasivo posible al tipo de interés más bajo para poderlo prestar al tipo de interés más alto y así mejorar su margen de intermediación.


A los bancos les da pavor una palabra: “desintermediación”. Con esa palabra se refieren al proceso por el cual los clientes deciden invertir por sí mismos su dinero sin dárselo a la entidad. Cuando eso se produce el banco se ve obligado a obtener el dinero para prestar de otros bancos que reclaman tipos de interés más altos que los consumidores particulares con lo que sufre mucho su margen de intermediación. Se entiende pues el gran apetito que los bancos tienen por obtener “pasivo barato” bien diversificado y estable.


El concepto más importante de todos los que enseñamos en esta Escuela de Economía Familiar es la conveniencia de acumular patrimonio para alcanzar la Independencia Financiera invirtiendo uno mismo a través de Planes de Pensiones o Fondos de Inversión de Renta Variable a muy largo plazo.


Esta recomendación, tan interesante para el particular es muy peligrosa para los bancos porque éstos están interesados en que el dinero de los clientes esté colocado en libretas de ahorro, cuentas corrientes y depósitos a plazo. Esto lleva a los banqueros a desarrollar potentes argumentos que convenzan a los clientes de la conveniencia de hacer lo que le interesa al banco y no lo que le interesa al cliente.


En este sentido, la falta de educación financiera juega en favor de los bancos. Por miedo e ignorancia, la gente coloca su dinero en libretas de ahorro con tipos de interés ridículos o bloquean su dinero a plazo por muy poca compensación. Vajillas, bicicletas, o incluso coches atraen a los incautos que hipotecan su futuro a cambio de un plato de lentejas.


La palabra mágica es “garantía”. El banco te garantiza tu capital. Ganarás poco pero nunca perderás. Quien te garantiza algo te miente doblemente. Primero, miente porque el riesgo sigue existiendo: el banco no es más que una empresa sujeta a errores y puede quebrar con lo que su riego no es necesariamente mucho mejor que el de cualquier otra inversión que daría mayor rentabilidad.


En segundo lugar, miente porque se guarda la parte del león de la rentabilidad. En vez de ayudar a invertir adecuadamente, usa nuestro dinero para asumir, por su propia cuenta, riesgos en los que obtiene rentabilidades muy superiores.


Los bancos, fuertemente regulados, cumplen casi siempre su promesa pero la ignorancia instalada en la sociedad hace que centenares de miles de incautos caigan en las redes de personas y entidades sin escrúpulos que “garantizan” rentabilidades elevadas que saben no pueden cumplir. No se deje seducir por las “garantías”, aprenda a diversificar, a promediar, a adecuar sus inversiones al plazo de sus objetivos.


Artículo de Javier García Monedero, publicado el 12 de agosto de 2011 en Diarioabierto.es

sábado, 25 de junio de 2011

Los jóvenes deberían tener menos hipotecas y más alquileres y planes de pensiones

Un artículo publicado en Idealista.com. Autor: José Parra Moreno, Director de Grupo Main

Para los españoles, tener una vivienda en propiedad no ha sido solamente una forma de habitar sino también una forma de ahorrar: tradicionalmente hemos ahorrado en ladrillos. cuando los jóvenes de otros países occidentales entran en el mundo laboral, su primera preocupación es suscribir un plan de pensiones con una compañía privada. sin embargo para los jóvenes españoles su prioridad es buscar un piso (con su correspondiente hipoteca) como forma no solo de vivir, sino de “no tirar el dinero”, es decir, de ahorrar
en nuestra manera de ver la jubilación también nos diferenciamos de europeos y norteamericanos. éstos confían menos en las pensiones del estado y prefieren ahorrar dinero “para los días de lluvia” invirtiendo en fondos de pensiones. los norteamericanos son el máximo exponente de esta mentalidad ya que, al no existir la jubilación pagada por el estado, desde muy jóvenes ahorran para jubilarse cuanto antes y en buenas condiciones económicas pero ahora, en españa, vivir de la jubilación empieza a complicarse (más tiempo cotizado, pensiones menores, bajadas de salariaos...). por ello, los más escépticos, o los más avisados, empiezan a preguntarse si en realidad llegarán a cobrar una pensión algún día, cuándo será ese día y cuánto cobrarán.
Los divorcios, otra amenaza. Los españoles hasta ahora -y en general- no se han planteado suscribir un fondo de pensiones porque están pagando la hipoteca del piso y no les llega para más ahorro. el piso es el ahorro familiar, y luego, si se puede, el apartamento en la playa o la casa en el campo. pero es que además, al cambio de las pensiones viene a sumarse un cambio social no menos drástico: los divorcios y separaciones. y es que cada vez la gente se casa menos y se divorcia/separa más si bien es cierto que el numero de uniones ha disminuido por motivos económicos (“si estás en paro no puedes casarte, pero tampoco separarte"), también lo es que la crisis fuerza a que matrimonios rotos se vean obligados a convivir, dando lugar a situaciones tremendamente dolorosas que solo las conocen quienes las padecen la mayoría de los españoles antes de casarse o irse a vivir en pareja quieren tener un piso “propio” (aunque en realidad pertenezca en un 80% al banco) y hasta ahora han estado muy tranquilos confiando en que a los 65 años, dejarán de trabajar y el estado les pagará una pensión de jubilación suficiente para vivir en su piso pagado pero el futuro ya no es como solía ser y el escenario es ahora muy distinto. ante un divorcio o separación, algo de por si muy complicado en todos los sentidos, viene a añadirse un escollo más y es el piso común y sobre todo la hipoteca compartida. la famosa sentencia del tribunal supremo, que obliga a ambos cónyuges a pagar las cuotas de la hipoteca (vivan o no en el piso y no en función del sueldo de cada uno), es un asunto tremendamente espinoso. todos conocemos casos de varones que tienen que pagar la hipoteca pese a no vivir en la casa y de amas de casa que carecen de ingresos que tendrían complicado pagar el préstamo para este asunto es irrelevante si la unión es de una pareja de hecho o un matrimonio, ya que a efectos de pago de la hipoteca compartida y de la custodia de hijos el tratamiento legal es similar. no es difícil comprender a una persona joven a la que inquiete la inseguridad en su edad de jubilación, ni de la cuantía de su pensión sumada a la inquietud que produce pensar en que si su futuro matrimonio termina en divorcio, como tantos otros, tener una hipoteca por medio.


Alternativa: alquiler compartido y plan de pensiones. Ante ese escenario, una solución más que aceptable es la de pagar un alquiler a medias e invertir en un plan de pensiones el dinero que se ahorra en la cuota de la hipoteca. así las personas jóvenes se aseguran, por un lado una jubilación o un apoyo a la misma, y por otro se protegen de un posible divorcio que les sitúe en una situación económica muy difícil, si no imposible de remontar sin duda, estos razonamientos entrarán en conflicto con la mentalidad española de la compra de la casa donde vives y del alquiler como pérdida de dinero, pero quién piense así quizá no se ha dado cuenta que tomar dinero prestado, en el fondo, es alquilar dinero
el alquiler plantea también ventajas de movilidad laboral (¿cómo vas cambiar de trabajo a otra ciudad o a otro país si estás pagando una hipoteca?), así como de cambio de vivienda a medida que las necesidades de espacio familiares cambian con la llegada de hijos o cuando éstos se emancipan lo mismo ocurre con el cambio de residencia a la hora de jubilarse. existen ciudades más preparadas para el trabajo y la actividad económica y otras mucho más agradables para retirarse y vivir de la pensión. no sólo estamos hablando del clima, sino también de que son más baratas. esa migración interna es posible con alquiler y mucho más difícil para las personas que tienen su vivienda en propiedad por todo ello, es imprescindible que desde la administración exista una legislación que salvaguarde los derechos de los arrendatarios -asegurando unas condiciones de permanencia y seguridad-  y de los arrendadores -ofreciéndoles garantías de cobro y de desahucio de morosos con agilidad- opinamos que sería muy positivo para nuestro país que el número de viviendas en compra se equilibrarse con el de viviendas en alquiler en porcentajes similares a otros países de nuestro entorno (del orden de 40% compra y 60% alquiler) porque facilitaría la salida al mercado del stock inmobiliario y lo adecuaría a los nuevos tiempos a la vez que agilizaría la salida de la crisis. sin duda es necesario para solucionar el gravísimo problema del paro