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lunes, 24 de octubre de 2011

Una garantía=Dos mentiras (2ª parte)

La afirmación que da titulo a este artículo puede parecer un poco radical. Es intencionado. La palabra “garantía” está tan profundamente inscrita en las mentes de los consumidores que se necesita un titular así para la atención y forzar una reflexión sobre este tema. Y es precisamente en estas circunstancias históricas, cuando bancos y países quiebran o están a punto de hacerlo, cuando más a mano tenemos la prueba evidente de esta afirmación. En épocas de bonanza, es más difícil encontrar la manera de demostrarlo.
El mundo crece, las empresas crecen y dan beneficios, el capital siempre obtiene su retribución pero desgraciadamente muy pocos se benefician de ese crecimiento. Se acumulan fortunas enormes pero la mayor parte de la población carece de la formación básica para poder aprovechar adecuadamente los beneficios del sistema productivo. Y la culpa es de las garantías. Las personas demandan garantías y las instituciones (empresas, bancos y estados) las ofrecen.
Y, ¿qué es una garantía? Es un compromiso contractualmente adquirido de cumplir una determinada promesa. En el sector financiero se refiere a un compromiso de pago y más concretamente, al pago de un determinado tipo de interés a cambio del préstamo de un dinero.  El banco A ofrece un 3,2% de interés garantizado por sus depósitos a plazo de un año. El estado B ofrece un 5% garantizado por sus bonos a 5 años. La empresa C emite bonos a 10 años a un 8% de interés garantizado.
¿Por qué unos garantizan más que otros? Aparte del plazo que puede influir, lo primero que hay que aprender y no olvidar es el siguiente principio que se cumple absolutamente siempre:
Cuanto más alto sea el tipo de interés que nos garantizan, mayor es el peligro de perder el capital
Nadie paga más interés que los necesarios y los que pagan más es simplemente porque “los mercados” (los famosos mercados) no están dispuestos a prestarles dinero a un tipo de interés menor a causa del riesgo que perciben. De igual manera, cuanto más alto sea el tipo de interés de una moneda, más alta es la posibilidad de que se devalúe.
Este es el momento de explicar cuáles son las dos mentiras a que hace referencia el título:
Mentira nº 1: La garantía trata de ocultar un riesgo que no desaparece ni se mitiga por efecto de esa garantía.
Mentira nº 2: Quien te garantiza algo, espera invertir tu dinero con tu riesgo y obtener mucha más rentabilidad de la que te ofrece.
Veamos un caso práctico: el banco A me ofrece la oportunidad de invertir 10.000€ en un bono a 10 años de la compañía B por un interés anual garantizado del 6%.
Por otra parte yo tengo la oportunidad de usar mis 10.000€ en comprar acciones de la misma compañía B.
El riesgo que corro es el de la quiebra de la compañía. Si no quiebra podrá pagarme mis intereses y mi capital sin problema. Si en vez de bonos tengo acciones, esas acciones tendrán un valor determinado dentro de 10 años.
Ahora bien, si esa compañía me ofrece un 6% por mi dinero, debo suponer que espera obtener una rentabilidad superior a ese 6%. Así pues mi riesgo en caso de quiebra es el mismo como bonista que como accionista pero si soy bonista el MÁXIMO que ganaré es un 6% mientras que como accionista el MÍNIMO que ganaré será un 6%, sea vía dividendos o vía apreciación de las acciones.
Si quiero complicarlo un poco más, como accionista aún tendré la oportunidad de vender mis acciones antes de la quiebra final con lo que la pérdida de capital puede ser menor que en el caso del bonista. Parece claro que en el largo plazo, es mucho mejor comprar las acciones que los bonos de una misma compañía.
Cuanto mayor sea el tipo de interés que pague una compañía, más probable es que quiebre y a la inversa, cuanto menor sea el tipo de interés, más probable es que sus beneficios sean elevados y que como accionistas ganemos muy buena rentabilidad.
Solo en los plazos cortos tiene sentido asegurar el tipo de interés. Pero siempre que hablemos de invertir a plazos muy largos, orientados a nuestra jubilación, la renta variable será la opción preferente. Aprendamos a diversificar y promediar y aprovechemos al máximo la economía productiva.