Hay muy pocos animales en la naturaleza que produzcan más de lo que
necesitan. La mayor parte de los animales consumen todo lo que su cuerpo
requiere y su producción se limita a cazar lo necesario para comer. Es
decir, que no producen. Solo consumen o son consumidos. Algunos animales
tienen características fisiológicas que les permiten almacenar en su
cuerpo lo que digerirán más tarde. Son ajustes de horario o de
calendario. Pero al final consumen también lo mismo que producen. Hay
animales que fabrican cosas, como las abejas, y las conservan para
cuando las necesiten - hay fábulas sobre ello.
El hombre es el animal por excelencia que se define por su capacidad
de producir y de atesorar más de lo que necesita. El progreso de la
humanidad está muy relacionado con el incremento de esa capacidad.
Sin embargo, habrá una gran diferencia en el éxito de cada persona y
grupo social si se dedican simplemente a guardar el exceso de
producción, a ahorrarlo o a invertirlo.
Porque esas son las tres cosas que se pueden hacer con el dinero no
consumido: Guardarlo debajo del colchón, ahorrarlo en una cuenta
corriente o en un depósito bancario o invertirlo. Por mucho que se
empeñen algunos, las cosas, los bienes tangibles no incrementan su valor
con el paso del tiempo. Tal vez aumente su precio pero no su valor. Lo
más probable es que el valor disminuya debido al deterioro producido por
el paso del tiempo. Los seres humanos compramos cosas y las guardamos o
las usamos. Hay quien piensa que se puede invertir en oro, en cuadros o
en naranjas. En mi opinión, esas no son inversiones reales. Si
compramos oro y lo dejamos quieto durante 100 siglos, su valor no se
incrementará, tal vez se oxide y desaparezca pero no producirá nada. Con
los bienes tangibles lo que si se puede hacer es especular. Luego
volveremos a ello.
Caso distinto son las empresas. Una empresa consiste en una
combinación de factores de producción (dinero, maquinaria, materias
primas, inteligencia, creatividad, combustibles, trabajo humano… ) que
puestos a trabajar, PRODUCEN MÁS VALOR que la suma del valor de los
factores utilizados. Es decir, generan riqueza, crean valor.
Acabo de mencionar entre los factores de producción uno especial: el
dinero. El dinero en forma de capital puede ser el motor que inicia la
actividad de la empresa al permitirle comprar los factores iniciales. Es
la existencia de empresas la que nos da a todos la oportunidad de hacer
algo con nuestro dinero.
Decíamos que una de las cosas que podemos hacer con el dinero es
guardarlo: en el colchón o en la lata del café o como aquel campesino
que iba todos los sábados al banco a que le enseñaran el dinero que les
había dejado en depósito. El dinero guardado así es tan inútil como
cualquier otro bien tangible. No crece, solamente se deteriora. Aparte
del deterioro físico del dinero o de su pérdida, pierde valor por culpa
de la inflación. El continuo incremento de la demanda de bienes hace que
cada vez los precios suban con lo que el dinero pierde parte de su
valor. Mala idea pues la de guardar el dinero.
Otra forma de conservarlo sin que pierda todo su valor, es ahorrarlo
en cuentas corrientes remuneradas o en depósitos bancarios. Consiste en
entregarle nuestro dinero a un banco para que lo utilice en la economía
real prestándolo como capital a quien lo necesita y obteniendo con ello
unas ganancias. El banco a cambio de nuestro depósito nos devuelve un
poco de la rentabilidad que ha obtenido con lo que compensamos la
perdida de valor debida a la inflación.
Llegado a este punto, un lector podría preguntarse: ¿Por qué le
dejamos al banco nuestro dinero para que gane altas rentabilidades y nos
devuelva una pequeña fracción? La respuesta también es sencilla: Porque
nosotros no sabríamos invertirlo adecuadamente y correríamos el riesgo
de perder nuestra inversión o al menos, de no poder disponer de nuestro
dinero cuando lo necesitáramos. El banco nos garantiza que lo
obtendremos en la fecha fijada pase lo que pase.
Aún así, muchas personas, hartas de que el banco se lleve todo el
beneficio, se deciden a invertir el dinero en bolsa hasta que pierden
una buena parte y, asustados, vuelven a poner lo que les queda en el
banco. Este tipo de persona, queriendo hacerse rico pronto, más que
invertir, lo que hace es especular, pretender comprar barato y vender
caro. Es algo extraordinariamente difícil. Si fuera fácil no estaría yo
aquí a las dos de la madrugada escribiendo este artículo.
¿No hay solución pues? Claro que la hay. La respuesta es simple: la clave es el TIEMPO.
GUARDAR: Ese dinero que se va a gastar enseguida, en las próximas
horas o días. Guardarlo en el bolsillo o en la cuenta corriente y
aceptar que en ese plazo a penas perderá valor.
AHORRAR: Ese dinero que necesitaremos en un plazo más largo de tiempo
pero siempre corto, es decir, menos de 10 años, usaremos depósitos
bancarios o prestaremos nuestro dinero a empresas en forma de bonos o al
estado en forma de pagarés y letras. Así, cuando lo necesitemos, no
perderemos sino que obtendremos como los bancos un poquito del beneficio
empresarial, de la riqueza generada por las empresas
INVERTIR: Si se trata de reservar dinero para plazos muy largos, 10
años o más, debemos invertir nuestro dinero, convertirnos directamente
en propietarios de las empresas a través de fondos de inversión o de
planes de pensiones invertidos en Renta Variable. Si seguimos reglas
prudentes de diversificación, no correremos riesgos significativos y
disfrutaremos plenamente de la extraordinaria acumulación de patrimonio
que esto permite. En próximos artículos hablaremos de la manera correcta
de invertir a largo plazo.
De momento, quedémonos con la lección de que dejar al banco que se
lleve todo el beneficio de nuestras inversiones a largo plazo o decidir
no ahorrar a largo plazo por creer que no merece la pena, puede que sea
una mala idea, casi tan mala como guardar el dinero en el colchón.