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miércoles, 30 de noviembre de 2011

Como invertir correctamente

Cómo elegir un fondo.

Como ya comenté en alguna ocasión, “una empresa consiste en una combinación de factores de producción (dinero, maquinaria, materias primas, inteligencia, creatividad, combustibles, trabajo humano… ) que puestos a trabajar, PRODUCEN MÁS VALOR que la suma del valor de los factores utilizados. Es decir, generan riqueza, crean valor.” Pero, ¿dónde se refleja ese valor? Pues en primer lugar, en la contabilidad de la empresa; y en segundo lugar, en las dos cosas que seguimos como accionistas: el precio en bolsa y los dividendos.
A medida que una empresa vende productos o servicios por un precio mayor que el que los produce, esa diferencia se va contabilizando como beneficios. Al cierre de la contabilidad de cada año (o en algún otro momento) la dirección tiene que decidir si distribuye todo o parte de esos beneficios a los propietarios (accionistas) o si decide guardarlos como recursos propios para reducir sus necesidades de financiación, para invertir en nuevos proyectos o simplemente para mejorar su solvencia.
Si reparte beneficios sus accionistas están muy contentos porque reciben dinero y si no los reparten, sus accionistas (especialmente los que pretenden serlo a largo plazo) están también muy contentos porque el valor contable de la empresa subirá con ello. Una de las pruebas más evidentes de que esto funciona así, es que cuando una empresa reparte dividendos, suele experimentar una caída inmediata de su valor en bolsa.
Es fácil de entender, sabiendo esto, que si somos accionistas de esa empresa a través de un fondo de inversión, nos da igual cual sea esa decisión. Efectivamente, si la empresa reparte dividendos, nuestro fondo recibe esos dividendos con lo que se compensa la caída en el valor en bolsa de esa empresa y si no los reparte, pues no se produce esa caída y la empresa sigue acumulando valor contable para nuestro fondo.
Es muy importante entender bien este mecanismo. De cuando en cuando os encontraréis con que alguien ataca la rentabilidad a largo plazo de la bolsa usando la evolución de un índice como el IBEX 35 por ejemplo. Haced ver a vuestro contertulio que el Ibex solo recoge el valor de las acciones pero no incluye los dividendos repartidos. Si sumáramos los dos, veríamos la verdadera rentabilidad de la bolsa en los plazos largos.
Sin embargo, el mecanismo por el que sube el valor de las empresas en la bolsa (su cotización),  no solo esta influido por el valor contable de la empresa sino además por la demanda y la oferta que haya de esas acciones. La demanda se produce porque hay muchos inversores que, atraídos por el buen comportamiento presente y futuro de la empresa, quieren comprar sus acciones. La oferta viene dada por inversores que por ejemplo, ya han ganado suficiente con el precio de esas acciones y deciden venderlas. La oferta también se puede producir porque la propia empresa decide emitir nuevas acciones para captar capital. Esto último tiene que hacerlo con cuidado porque puede afectar negativamente al valor si, tras la entrada de nuevo capital, éste se diluye entre demasiadas acciones.
Es decir, que mientras la empresa sube en su valor contable gracias a los dividendos no repartidos y otros factores, su cotización puede subir y bajar en función de la demanda y de la oferta que haya en cada momento sobre las acciones. La historia demuestra que, en general, el efecto de la oferta y la demanda solo tiene efecto a corto y medio plazo y el valor en bolsa tiende a seguir en el largo plazo el crecimiento del valor intrínseco de la empresa.
Nosotros que somos inversores a largo plazo, debemos por tanto elegir fondos de inversión en renta variable que utilicen como criterio principal el valor (value en inglés) pues son los que probablemente nos den más alegrías en contraste con fondos más especulativos que tratan siempre de batir los índices y estar los primeros en los rankings. Somos inversores a  muy largo plazo en renta variable porque es la única inversión que puede darnos rentabilidades suficientes para acumular el patrimonio que vamos a necesitar, con un riesgo intrínseco en comparación muy bajo.
Si invirtiésemos en renta fija estaríamos asumiendo el riesgo de empresas que nos pagan un determinado tipo de interés  a cambio de nuestro dinero. Pero es evidente que nuestro riesgo de no cobrar sería el mismo como accionistas que como depositantes o bonistas. Si la empresa quiebra nos irá igual de mal a ambos. Pero si la empresa va bien, y nos ofrece, digamos un 5% garantizado por nuestro dinero, ¿tenemos alguna duda de que esta empresa espera obtener con nuestro dinero rentabilidades superiores al 5%? NO. Por tanto la mejor opción con diferencia es ser propietarios (accionistas), ya que asumimos el mismo riesgo de quiebra (no cobro) pero nos aseguramos llevarnos el 100% de esa rentabilidad adicional. ¿Por qué limitar nuestro beneficio al 5%?
Para ampliar más sobre este concepto, se puede leer los dos artículos de esta serie titulados “1 garantía=dos mentiras”.
En próximas entregas hablaremos sobre las técnicas a utilizar para maximizar nuestra rentabilidad y minimizar nuestro riesgo: la diversificación y la promediación.


Javier García Monedero.