Agencia exclusiva de Caser Seguros Nº de Inscripción DGS: C0031B85881530

Mail: info@xada72.es
Telf: +34 91 4367321
Web: www.xada72.es


viernes, 12 de agosto de 2011

Quien garantiza algo, miente dos veces

¿Por qué los bancos tienen tan mala imagen? 

¿Como puede ser que entidades a quienes confiamos cosas tan importantes sean percibidas como enemigos? 

La mayor parte de los negocios se basan en estudiar lo que el mercado, los clientes, demandan y tratar de producirlo o suministrarlo en las mejores condiciones posibles para tener el mayor número de clientes. Para ello, los empresarios y directivos negocian con proveedores y servicios. Al final lo importante es dar al cliente lo que éste demanda.


En todos los negocios, el cliente es una persona y el proveedor es otra. Pero no así en los bancos. Los bancos negocian con dinero, toman dinero de unos clientes y se lo prestan a otros. Es decir, el cliente es a la vez proveedor y el banco tiene que negociar con él en su calidad de tal. Ese simple hecho crea un conflicto de interés permanente que está en la raíz de ese malestar.


El dinero que se coloca en el banco es un activo para los clientes pero un pasivo para el banco, un dinero que debe. Por eso los bancos llaman “pasivo” de modo genérico al dinero que captan y su gran objetivo es captar el máximo pasivo posible al tipo de interés más bajo para poderlo prestar al tipo de interés más alto y así mejorar su margen de intermediación.


A los bancos les da pavor una palabra: “desintermediación”. Con esa palabra se refieren al proceso por el cual los clientes deciden invertir por sí mismos su dinero sin dárselo a la entidad. Cuando eso se produce el banco se ve obligado a obtener el dinero para prestar de otros bancos que reclaman tipos de interés más altos que los consumidores particulares con lo que sufre mucho su margen de intermediación. Se entiende pues el gran apetito que los bancos tienen por obtener “pasivo barato” bien diversificado y estable.


El concepto más importante de todos los que enseñamos en esta Escuela de Economía Familiar es la conveniencia de acumular patrimonio para alcanzar la Independencia Financiera invirtiendo uno mismo a través de Planes de Pensiones o Fondos de Inversión de Renta Variable a muy largo plazo.


Esta recomendación, tan interesante para el particular es muy peligrosa para los bancos porque éstos están interesados en que el dinero de los clientes esté colocado en libretas de ahorro, cuentas corrientes y depósitos a plazo. Esto lleva a los banqueros a desarrollar potentes argumentos que convenzan a los clientes de la conveniencia de hacer lo que le interesa al banco y no lo que le interesa al cliente.


En este sentido, la falta de educación financiera juega en favor de los bancos. Por miedo e ignorancia, la gente coloca su dinero en libretas de ahorro con tipos de interés ridículos o bloquean su dinero a plazo por muy poca compensación. Vajillas, bicicletas, o incluso coches atraen a los incautos que hipotecan su futuro a cambio de un plato de lentejas.


La palabra mágica es “garantía”. El banco te garantiza tu capital. Ganarás poco pero nunca perderás. Quien te garantiza algo te miente doblemente. Primero, miente porque el riesgo sigue existiendo: el banco no es más que una empresa sujeta a errores y puede quebrar con lo que su riego no es necesariamente mucho mejor que el de cualquier otra inversión que daría mayor rentabilidad.


En segundo lugar, miente porque se guarda la parte del león de la rentabilidad. En vez de ayudar a invertir adecuadamente, usa nuestro dinero para asumir, por su propia cuenta, riesgos en los que obtiene rentabilidades muy superiores.


Los bancos, fuertemente regulados, cumplen casi siempre su promesa pero la ignorancia instalada en la sociedad hace que centenares de miles de incautos caigan en las redes de personas y entidades sin escrúpulos que “garantizan” rentabilidades elevadas que saben no pueden cumplir. No se deje seducir por las “garantías”, aprenda a diversificar, a promediar, a adecuar sus inversiones al plazo de sus objetivos.


Artículo de Javier García Monedero, publicado el 12 de agosto de 2011 en Diarioabierto.es