Todos los artículos de esta serie están destinados a compartir
información sobre cómo actuar, asumir la propia responsabilidad por la
situación y el futuro financiero de uno mismo y de su familia. Son
conocimientos importantes porque sin ellos nos confiamos a lo que los
bancos y otras partes interesadas dispongan para nosotros.
Pero toda esta planificación y estos conocimientos son inútiles si no
nos llevan a actuar. A actuar activamente si se me permite la
redundancia. No sé quien dijo que la mejor definición de la locura es
esperar resultados distintos de acciones iguales. Si queremos que
nuestro destino cambie tenemos que cambiar nuestras acciones porque
nuestro presente es el resultado directo de lo que hemos hecho hasta
ahora.
¿Por que nos cuesta tanto? La crisis empezó en el 2008, tal vez
antes, pero estamos a 2012 y parece que todo el mundo esté esperando a
que nos resuelvan los problemas. O a que los resuelva Europa. O a que se
aclare el panorama...
Dicen que alguien le preguntó a la Madre Teresa de Calcuta qué podía
hacer para arreglar el mundo. Parece que le respondió: arregla primero
tu casa, tu familia, tu pueblo y estarás ayudando a arreglar el mundo.
La crisis se arreglará cuando cada uno de nosotros decida arreglarla.
Nada se consigue con salir a la calle a protestar para sentirnos todos
!!!tan bien¡¡¡ con lo que compartimos, la conciencia social que
tenemos, lo bien que expresamos nuestro disgusto, !abajo banqueros,
políticos y mercados¡, !que venga “alguien” y arregle esto¡
Yo propongo que diseñes ese mundo tal como te gustaría y te preguntes
qué harías tú en ese mundo perfecto para ayudar a sostenerlo: seguro
que se te ocurren ideas de cómo trabajar bien, crear riqueza, ser
responsable, contribuir a la comunidad....
La solución consiste en que empieces ya a actuar y que sirvas de
ejemplo para otros mientras arreglas de paso tus propios problemas.
Empieza a trabajar ya, no esperes a que nadie te dé un trabajo. Reduce
tus gastos y ahorra lo que puedas. No esperes a tener dinero. Prohíbete
cualquier ocio pagado si no cumples antes con tu plan financiero.
Haz tu plan y tenlo escrito delante de ti (pegado en la pared o en el
espejo). Revisa ese plan cada día y busca formas de implementarlo.
En esta escuela te hemos dado pistas para buscar trabajo, para
ahorrar gastos, para invertir tu dinero, para proteger tus ingresos,
para negociar mejor con los bancos.... Usa todas esas recomendaciones y
da pasos concretos para avanzar en el logro de tus objetivos.
Me escandaliza ver tantos ciudadanos pasivamente adormilados
esperando a que no les reduzcan el sueldo, a que no les suban el copago,
a que no les echen, a que no les suban los impuestos....
Despertemos. Hay naciones que se han ganado su estado del bienestar
siendo competitivos. Hay otras naciones que simplemente no lo tienen y
aspiran a tenerlo y para ello trabajan, se esfuerzan, emigran,
multiplican sus empleos, se buscan la vida...
Durante muchos años los españoles hemos vivido en el engaño
permanente del crédito y de la ayuda exterior. El sueño se ha acabado.
Los demás ciudadanos del mundo también quieren vivir ese sueño y no hay
más remedio que ponerse a trabajar, ponerse serios, cumplir las
obligaciones, respetar la ley, construir, no destruir.
Tenemos recursos humanos y materiales ingentes como país. Solo
necesitamos olvidarnos de los privilegios y ponernos a trabajar. Cada
uno, individualmente.
¿Tienes ya tu plan de pensiones? Y ¿a qué estás esperando?
Xada 72 Planificación Financiera S.L.
¿Quieres vivir de las rentas? Pregúntame cómo!
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viernes, 15 de junio de 2012
sábado, 9 de junio de 2012
Ideas para negociar mejor con tu banco
Hay una paradoja que no he conseguido entender en mis cerca de 30
años de banca: todo el mundo habla mal de los bancos pero todos siguen
sus recomendaciones y acepta sin rechistar las decisiones. Esta escuela
de economía familiar pretende sobre todo ayudarte a tomar las decisiones
adecuadas sobre los productos financieros y a evitar esa excesiva
dependencia de sus consejos.
En primer lugar aclaremos algunas ideas:
- Deja de criticar a los bancos porque ganen mucho dinero. Si estás convencido de eso, compra acciones de bancos y benefíciate de ello.
- Entiende el negocio bancario: consiste en tomar prestado dinero de ti o de otros al tipo de interés más bajo posible y prestártelo a ti mismo o a otros al tipo de interés más alto posible con el menor riesgo posible. No te enfades por que lo hagan. Simplemente entiéndelo y usa ese entendimiento para negociar mejor con ellos.
- Los bancos cotizan en general en bolsa y por eso tienden a pensar en el corto plazo. Para un banco, largo plazo son 5 años mientras que para ti como inversor, largo plazo debe ser a partir de 15 años.
- El sector bancario es un sector muy regulado y están permanentemente amenazados por múltiples inspecciones que les fuerzan a cubrirse de burocracia para protegerse de los órganos reguladores y de clientes malintencionados.
- Las autoridades supervisoras vigilan intensamente a los bancos (aunque frecuentemente se les escape lo más importante) pero dejan que el mercado esté lleno de competidores fraudulentos a los que no supervisan en absoluto.
- Los empleados bancarios con los que tratas habitualmente (a no ser que seas un cliente muy importante) están formados a venderte los productos que le interesan a la entidad financiera, no los que te interesan a ti. La dirección del banco te ve como un proveedor de dinero barato o como un consumidor de dinero caro más que como un cliente al que cuidar.
- Debido a esto, el banco tratará de venderte un producto de una de estas dos maneras:
- Un producto totalmente inútil pero incentivado con regalos y sorteos
- Un producto útil y ajustado en precio pero condicionado a que compres otros que no necesariamente necesitas.
Teniendo esto en mente, voy a darte algunas reglas generales para
negociar y algunos ejemplos de productos buenos y otros malos a revisar
con cuidado.
1.- Negocia cada producto por si solo. Si te ofrecen tipos de interés
preferentes por contratar otros, calcula cuánto exactamente te ahorras
con esa rebaja de interés y vigila que no te están cobrando más con los
productos asociados. Esto es muy típico en las hipotecas: si te ofrecen
por ejemplo un 0,15% menos de interés en una hipoteca de 150.000€ eso te
supondrá un ahorro anual de 225€. No vayas a pagar 600€ de prima anual
por un seguro de vida que no te conviene por no ser del tipo adecuado.
2.- Sospecha de cualquier regalo o sorteo que te ofrezcan: por
principio, el banco ya ha incluido ese coste en el producto. Si te
parece un regalo desproporcionadamente bueno, puedes estar seguro de que
las condiciones de ese producto solo serán válidas por un corto periodo
de tiempo y estarán condicionadas después a la contratación de
productos adicionales hasta que tu rentabilidad por cliente sea la
adecuada.
3.- Vigila los tipos de interés especialmente altos por tu dinero:
Una de dos, o esconden un riesgo serio de quiebra de esa entidad (o de
devaluación de esa moneda) o sólo van a respetarte ese tipo de interés
durante un corto plazo. Si te ofrecen un 5% por un depósito mensual de
20.000€ por ejemplo, haz el cálculo y date cuenta de que lo que te
ofrecen es pagarte unos 30€ más durante un mes y después te quitarán esa
oferta a no ser que hayas contratado otros productos en los que ganen
dinero. ¿De verdad te merece la pena todo el papeleo y desplazamientos y
tiempo por esos 30€?
4.- Aunque aceptes en la negociación contratar otros productos,
probablemente no estás obligado a mantenerlos si no te interesan. Un
caso muy interesante es cuando te venden un seguro de vida con tu
hipoteca y te cobran por adelantado varios años del seguro financiándote
el importe con tu propia hipoteca. Tienes que saber que puedes
perfectamente contratar otro seguro de vida, poner al banco como
beneficiario y cancelar el que te han vendido ellos reclamándoles que te
devuelvan toda la prima no consumida.
5.- Por regla general huye de los productos que no entiendas. Como
dice Leopoldo Abadía, una buena regla sería: Deja que te lo expliquen,
explícaselo tu a tu pareja, que él/ella se lo explique a un vecino, que
el vecino se lo explique al conserje y que luego el conserje te lo
explique de nuevo a ti. Si sigues entendiéndolo puedes invertir sin
mucho recelo. Ejemplos de productos complicados son: los estructurados,
los bonos convertibles, los seguros de tipo de interés, los planes de
jubilación, la mayor parte de los unit-linked....
6.- No tengas miedo a pagar lo razonable por un servicio. Las cuentas
corrientes y las hipotecas se encuentran entre los mejores servicios
que un banco puede darte y sus precios son bastante adecuados si no te
fuerzan a comprar otros productos. Vigila las comisiones y los tipos de
interés. Los depósitos a plazo para el dinero que vayas a necesitar a
corto plazo, y los fondos de inversión para plazos medios y largos.
Los
planes de pensiones, especialmente los de renta variable, para plazos
superiores a 15 años son difíciles de superar.
Un banco es un negocio como otro cualquiera. Si entiendes el precio y
entiendes lo que te dan por ese precio, y lo aceptas, no hay
transacción injusta.
lunes, 13 de febrero de 2012
Mejorar la Calidad de Vida
En las distintas entregas de esta Escuela de Economía Familiar vengo
ocupándome de lo más importante: de cómo aprovechar los productos
financieros existentes para diseñar un plan que permita a cualquier
familia proponerse objetivos ambiciosos de Independencia Financiera y
eliminar o mitigar los miedos que tanto condicionan la calidad de vida.
Pero todas estas herramientas chocan frecuentemente, y más en estos
tiempos de crisis, con la desorganización de la ecuación Ingresos=Gastos
que se produce en casi todos los casos. Desgraciadamente, el sistema
financiero y social tiende a empujar a las familias a una espiral
maligna de deudas, gastos corrientes, estrechando cada vez mas el margen
de acción.
Para salir de esta situación es importante todo lo que hemos
explicado hasta ahora porque solo entendiendo los mecanismos
disponibles, vislumbraremos la esperanza futura y tomaremos las
decisiones presentes necesarias.
Pero hay que hacer algo más.
1.- Si nuestros gastos son mayores que nuestros ingresos tenemos que
aplicar una drástica reducción de gastos combinada con un
aprovechamiento de todas las oportunidades disponibles para incrementar
nuestros ingresos con empleos adicionales o con actividades comerciales a
tiempo parcial. Para reducir nuestros gastos hay interesante
bibliografía que se puede consultar. Especialmente útil me parece el
libro de Vicens Castellano Ajuste de Cuentas (VV.AA., AGUILAR, 2008 ISBN 9788403099777).
2.- Si tenemos la cuenta Ingresos/Gastos bien equilibrada o incluso
con un pequeño superávit, debemos poner en marcha las recomendaciones de
esta escuela de economía familiar.
- Estimar el objetivo de Independencia Financiera: Calcular cuanto
dinero necesitaremos el día que nos jubilemos para financiar el
mantenimiento de nuestra calidad de vida sin que se acabe ese dinero.
Hay que tener en cuenta que, con toda probabilidad, la pensión que
disfrutemos entonces no será mayor que el 50% de nuestros ingresos un
día antes de jubilarnos.
- Calcular como debemos invertir los ahorros que tenemos acumulados
para este fin y cuánto tendremos que aportar mensualmente a ese plan de
inversión para alcanzar ese objetivo.
- Para eliminar los riesgos hasta que hayamos acumulado suficiente
patrimonio, calcular cuanta cobertura en seguro de vida e invalidez
necesitamos y por cuanto tiempo.
- Posiblemente considerar cubrir otros riesgos adicionales como el riesgo de Dependencia y el riesgo de litigación.
- Una vez decidido eso, en función también de la disponibilidad
económica, poner en marcha nuestro plan, asegurando que ponemos la
contribución a esos capítulos antes que cualquier otro recibo o pago
domiciliado. Esto es de vital importancia por una sencilla razón: cuando
retrasamos el pago a alguien, ese alguien se preocupa diligentemente de
recordarnos que le paguemos por lo que no hay riesgo de que se nos
olvide. Sin embargo, los recibos de nuestro propio plan financiero
pueden sufrir si los dejamos para los días del mes en que nuestra cuenta
corriente esté vacía. Asegúrate de pagarte a ti mismo en primer lugar.
Haciendo esto te acercarás cada día más al estado final que todos
deberíamos alcanzar: El día en que no dependamos de los ingresos de
nuestro trabajo sino de la rentabilidad del capital acumulado. Sólo
entonces habremos alcanzado la calidad de vida que deseamos.
Implementar un plan financiero aporta beneficios mucho más allá del
mero disfrute de los bienes y servicios que podemos disfrutar con esos
recursos. Es un puñado de pequeñas decisiones que nos ponen en el
camino. Decisiones de pequeño impacto económico (normalmente pocas
decenas de euros mensuales, lo que hoy gastamos en gastos superfluos
probablemente), pero de un extraordinario impacto sobre nuestras vidas y
las de los seres queridos que nos rodean. Tenemos que reflexionar y
darnos cuenta de que los miedos económicos están en la raíz de la mayor
parte de los problemas de las personas.
El miedo al futuro y al presente está en el origen seguramente de los
divorcios, de las peleas familiares por herencias, de los conflictos
con los vecinos, de la aversión a asumir riesgos en nuestra vida
laboral, profesional o empresarial con la consiguiente pérdida de
oportunidades que eso conlleva. El miedo económico está presente
probablemente también en los factores que originan el estrés y por tanto
en la génesis de innumerables enfermedades psíquicas y psicosomáticas
que pueden desarrollar patologías muy diversas.
El miedo económico afecta a nuestras elecciones políticas, a nivel
comunitario, municipal, estatal y mundial y los miedos colectivos
influyen en la falta de movilidad, en la conflictividad social, en las
políticas de los países e incluso en los movimientos estratégicos
incluidos los conflictos bélicos y las revoluciones. La falta de
esperanza arroja a millones de seres a la emigración, el desarraigo y a
veces a la pobreza extrema....
¿Que mejor tarea que la de enseñar a entender mejor sus
oportunidades, tomar mejor sus decisiones, tomar el control de su propio
futuro sin delegar esa responsabilidad en el estado y mejorar con ello
de manera perceptible todo lo dicho anteriormente?
Javier García Monedero.
miércoles, 11 de enero de 2012
¿Son rentables los planes de pensiones?
Responder a esta pregunta es imposible lo mismo que responder a la
pregunta de si los alimentos son dulces o si los animales mansos.
Depende de qué alimentos y depende de qué animales. Pues, de igual modo,
depende de qué planes de pensiones. A pesar de lo absurdo de la
pregunta, la mayor parte de las personas, incluso expertos, responderán
sin dudarlo: no son rentables y menos ahora que no tienen el trato
fiscal de antes.
Los planes de pensiones son tan rentables como los activos en que
estén invertidos. Si se invierten en títulos de mercado monetario que
tengan una rentabilidad inferior al 2% y la entidad gestora carga un 2%
de comisión, parece poco probable que den rentabilidad alguna, pero si
se invierte en renta variable y obtiene una rentabilidad del 10%, con la
misma comisión, el plan será bastante rentable.
¿Por qué todo el mundo piensa que los planes de pensiones no son rentables? Voy a tratar de dar una explicación:
- Las entidades financieras se han empeñado en vender primordialmente planes de pensiones en renta fija, extremadamente conservadores.
- Por ello los planes se ha venido vendiendo casi exclusivamente por su ventaja fiscal de deducción en las aportaciones independientemente de la rentabilidad que ofrecieran. A eso se debe la mala costumbre adquirida de vender los planes de pensiones fundamentalmente en diciembre.
- Los planes de pensiones se han vendido muchísimo como parte de una compensación que el cliente ofrecía a la entidad financiera a cambio de obtener su hipoteca. Esta venta forzada, muchas veces solo anunciada en la notaría en el mismo momento de la firma de la hipoteca, casi como un último chantaje, ha hecho que los clientes le tengan poco aprecio al producto y los bancos hayan preferido colocar los productos más conservadores.
- La regulación MIFID en mi opinión, se ha enfocado a asegurarse de que ningún cliente compre un producto más agresivo de lo que está dispuesto a soportar pero ha ignorado totalmente el peligro contrario de que los clientes acaben comprando productos tan conservadores para su jubilación que no cumplen los objetivos de ese mismo cliente. Todas las entidades, forzadas por MIFID han desarrollado cuestionarios de perfil de cliente que tratan de asegurarse de que sólo los clientes muy sofisticados puedan comprar fondos o planes de renta variable. Se ha ignorado completamente el hecho de que la actitud del cliente no es solo una sino que puede y debe variar en función del objetivo al que dedique cada parte de su dinero. No es lo mismo ahorrar para un fondo de emergencia que para comprarse un coche o para construir un patrimonio de independencia financiera para la jubilación.
- Por último, las modificaciones que introdujo el anterior gobierno en la fiscalidad de los planes de pensiones, eliminando parte de las ventajas que tenía, han cimentado la idea de que da igual deducirse ahora en la contribución si se va a pagar cuando se disfrute el beneficio.
Nosotros defendemos que toda la población debería tener la educación financiera suficiente para entender que cuando se trata de invertir a
muy largo plazo, especialmente si se hace con inversiones periódicas
regulares, no hay mejor inversión que la renta variable, cuanto más
global, diversificada y orientada al valor, mejor.
Nos parece que un plan de pensiones en renta fija o en mercado
monetario es casi una contradicción en los términos salvo que se usen en
la parte de la vida laboral más cercana a la jubilación como estrategia
de salida para evitar convulsiones de última hora.
Cuando un plan de pensiones está invertido en renta variable y puede
por tanto producir rentabilidades medias anuales elevadas (superiores al
10% probablemente), siguen siendo fiscalmente interesante si se tiene
en cuenta que, gracias a la devolución de hacienda en el IRPF de, por
ejemplo, un 30%, puede uno obtener esa rentabilidad sobre un capital de
100 habiendo invertido solo 70. Los rendimientos obtenidos al final,
incluso aunque nos volvieran a quitar ese 30% (poco probable), no nos
quitaría la rentabilidad adicional que ese 30% nos haya producido
durante todos esos años.
Hay rumores de que el nuevo gobierno tiene la intención de devolverle
a los planes de pensiones algunas de las ventajas que perdieron. Ojalà.
Pero aunque no lo hicieran, volvamos la vista a este excelente producto
y seleccionemos cuidadosamente un plan que esté invertido al 100% en
acciones (si tenemos más de 15 años por delante), sin complejos, sin
derivados para eliminar la volatilidad, simplemente invirtiendo en
compañías de valor a largo plazo.
Si lo hacemos y no dejamos de contribuir mensualmente la misma
cantidad hasta nuestra jubilación, disfrutaremos de esa jubilación
dorada que envidiamos a los turistas americanos. La ciencia nos ofrece
un período de 30 o más años de jubilación. ¿Estamos seguros de
conformarnos con lo que la Seguridad Social pueda ofrecernos? ¿No será
mejor dedicar 50€ o 100€ mensuales durante nuestra vida laboral y
encontrarnos al final con varios cientos de miles de euros para
complementar nuestra pensión?
miércoles, 30 de noviembre de 2011
Como invertir correctamente
Cómo elegir un fondo.
Como ya comenté en alguna ocasión, “una empresa consiste en una
combinación de factores de producción (dinero, maquinaria, materias
primas, inteligencia, creatividad, combustibles, trabajo humano… ) que
puestos a trabajar, PRODUCEN MÁS VALOR que la suma del valor de los
factores utilizados. Es decir, generan riqueza, crean valor.” Pero,
¿dónde se refleja ese valor? Pues en primer lugar, en la contabilidad de
la empresa; y en segundo lugar, en las dos cosas que seguimos como
accionistas: el precio en bolsa y los dividendos.
A medida que una empresa vende productos o servicios por un precio
mayor que el que los produce, esa diferencia se va contabilizando como
beneficios. Al cierre de la contabilidad de cada año (o en algún otro
momento) la dirección tiene que decidir si distribuye todo o parte de
esos beneficios a los propietarios (accionistas) o si decide guardarlos
como recursos propios para reducir sus necesidades de financiación, para
invertir en nuevos proyectos o simplemente para mejorar su solvencia.
Si reparte beneficios sus accionistas están muy contentos porque
reciben dinero y si no los reparten, sus accionistas (especialmente los
que pretenden serlo a largo plazo) están también muy contentos porque el
valor contable de la empresa subirá con ello. Una de las pruebas más
evidentes de que esto funciona así, es que cuando una empresa reparte
dividendos, suele experimentar una caída inmediata de su valor en bolsa.
Es fácil de entender, sabiendo esto, que si somos accionistas de esa
empresa a través de un fondo de inversión, nos da igual cual sea esa
decisión. Efectivamente, si la empresa reparte dividendos, nuestro fondo
recibe esos dividendos con lo que se compensa la caída en el valor en
bolsa de esa empresa y si no los reparte, pues no se produce esa caída y
la empresa sigue acumulando valor contable para nuestro fondo.
Es muy importante entender bien este mecanismo. De cuando en cuando
os encontraréis con que alguien ataca la rentabilidad a largo plazo de
la bolsa usando la evolución de un índice como el IBEX 35 por ejemplo.
Haced ver a vuestro contertulio que el Ibex solo recoge el valor de las
acciones pero no incluye los dividendos repartidos. Si sumáramos los
dos, veríamos la verdadera rentabilidad de la bolsa en los plazos
largos.
Sin embargo, el mecanismo por el que sube el valor de las empresas en
la bolsa (su cotización), no solo esta influido por el valor contable
de la empresa sino además por la demanda y la oferta que haya de esas
acciones. La demanda se produce porque hay muchos inversores que,
atraídos por el buen comportamiento presente y futuro de la empresa,
quieren comprar sus acciones. La oferta viene dada por inversores que
por ejemplo, ya han ganado suficiente con el precio de esas acciones y
deciden venderlas. La oferta también se puede producir porque la propia
empresa decide emitir nuevas acciones para captar capital. Esto último
tiene que hacerlo con cuidado porque puede afectar negativamente al
valor si, tras la entrada de nuevo capital, éste se diluye entre
demasiadas acciones.
Es decir, que mientras la empresa sube en su valor contable gracias a
los dividendos no repartidos y otros factores, su cotización puede
subir y bajar en función de la demanda y de la oferta que haya en cada
momento sobre las acciones. La historia demuestra que, en general, el
efecto de la oferta y la demanda solo tiene efecto a corto y medio plazo
y el valor en bolsa tiende a seguir en el largo plazo el crecimiento
del valor intrínseco de la empresa.
Nosotros que somos inversores a largo plazo, debemos por tanto elegir
fondos de inversión en renta variable que utilicen como criterio
principal el valor (value en inglés) pues son los que probablemente nos
den más alegrías en contraste con fondos más especulativos que tratan
siempre de batir los índices y estar los primeros en los rankings. Somos
inversores a muy largo plazo en renta variable porque es la única
inversión que puede darnos rentabilidades suficientes para acumular el
patrimonio que vamos a necesitar, con un riesgo intrínseco en
comparación muy bajo.
Si invirtiésemos en renta fija estaríamos asumiendo el riesgo de
empresas que nos pagan un determinado tipo de interés a cambio de
nuestro dinero. Pero es evidente que nuestro riesgo de no cobrar sería
el mismo como accionistas que como depositantes o bonistas. Si la
empresa quiebra nos irá igual de mal a ambos. Pero si la empresa va
bien, y nos ofrece, digamos un 5% garantizado por nuestro dinero,
¿tenemos alguna duda de que esta empresa espera obtener con nuestro
dinero rentabilidades superiores al 5%? NO. Por tanto la mejor opción
con diferencia es ser propietarios (accionistas), ya que asumimos el
mismo riesgo de quiebra (no cobro) pero nos aseguramos llevarnos el 100%
de esa rentabilidad adicional. ¿Por qué limitar nuestro beneficio al
5%?
Para ampliar más sobre este concepto, se puede leer los dos artículos de esta serie titulados “1 garantía=dos mentiras”.
En próximas entregas hablaremos sobre las técnicas a utilizar para
maximizar nuestra rentabilidad y minimizar nuestro riesgo: la
diversificación y la promediación.
Javier García Monedero.
Publicado en diarioabierto.es: http://www.diarioabierto.es/64202/como-invertir-correctamente
martes, 8 de noviembre de 2011
Guardar, ahorrar, especular o invertir
Hay muy pocos animales en la naturaleza que produzcan más de lo que
necesitan. La mayor parte de los animales consumen todo lo que su cuerpo
requiere y su producción se limita a cazar lo necesario para comer. Es
decir, que no producen. Solo consumen o son consumidos. Algunos animales
tienen características fisiológicas que les permiten almacenar en su
cuerpo lo que digerirán más tarde. Son ajustes de horario o de
calendario. Pero al final consumen también lo mismo que producen. Hay
animales que fabrican cosas, como las abejas, y las conservan para
cuando las necesiten - hay fábulas sobre ello.
El hombre es el animal por excelencia que se define por su capacidad de producir y de atesorar más de lo que necesita. El progreso de la humanidad está muy relacionado con el incremento de esa capacidad.
Sin embargo, habrá una gran diferencia en el éxito de cada persona y grupo social si se dedican simplemente a guardar el exceso de producción, a ahorrarlo o a invertirlo.
Porque esas son las tres cosas que se pueden hacer con el dinero no consumido: Guardarlo debajo del colchón, ahorrarlo en una cuenta corriente o en un depósito bancario o invertirlo. Por mucho que se empeñen algunos, las cosas, los bienes tangibles no incrementan su valor con el paso del tiempo. Tal vez aumente su precio pero no su valor. Lo más probable es que el valor disminuya debido al deterioro producido por el paso del tiempo. Los seres humanos compramos cosas y las guardamos o las usamos. Hay quien piensa que se puede invertir en oro, en cuadros o en naranjas. En mi opinión, esas no son inversiones reales. Si compramos oro y lo dejamos quieto durante 100 siglos, su valor no se incrementará, tal vez se oxide y desaparezca pero no producirá nada. Con los bienes tangibles lo que si se puede hacer es especular. Luego volveremos a ello.
Caso distinto son las empresas. Una empresa consiste en una combinación de factores de producción (dinero, maquinaria, materias primas, inteligencia, creatividad, combustibles, trabajo humano… ) que puestos a trabajar, PRODUCEN MÁS VALOR que la suma del valor de los factores utilizados. Es decir, generan riqueza, crean valor.
Acabo de mencionar entre los factores de producción uno especial: el dinero. El dinero en forma de capital puede ser el motor que inicia la actividad de la empresa al permitirle comprar los factores iniciales. Es la existencia de empresas la que nos da a todos la oportunidad de hacer algo con nuestro dinero.
Decíamos que una de las cosas que podemos hacer con el dinero es guardarlo: en el colchón o en la lata del café o como aquel campesino que iba todos los sábados al banco a que le enseñaran el dinero que les había dejado en depósito. El dinero guardado así es tan inútil como cualquier otro bien tangible. No crece, solamente se deteriora. Aparte del deterioro físico del dinero o de su pérdida, pierde valor por culpa de la inflación. El continuo incremento de la demanda de bienes hace que cada vez los precios suban con lo que el dinero pierde parte de su valor. Mala idea pues la de guardar el dinero.
Otra forma de conservarlo sin que pierda todo su valor, es ahorrarlo en cuentas corrientes remuneradas o en depósitos bancarios. Consiste en entregarle nuestro dinero a un banco para que lo utilice en la economía real prestándolo como capital a quien lo necesita y obteniendo con ello unas ganancias. El banco a cambio de nuestro depósito nos devuelve un poco de la rentabilidad que ha obtenido con lo que compensamos la perdida de valor debida a la inflación.
Llegado a este punto, un lector podría preguntarse: ¿Por qué le dejamos al banco nuestro dinero para que gane altas rentabilidades y nos devuelva una pequeña fracción? La respuesta también es sencilla: Porque nosotros no sabríamos invertirlo adecuadamente y correríamos el riesgo de perder nuestra inversión o al menos, de no poder disponer de nuestro dinero cuando lo necesitáramos. El banco nos garantiza que lo obtendremos en la fecha fijada pase lo que pase.
Aún así, muchas personas, hartas de que el banco se lleve todo el beneficio, se deciden a invertir el dinero en bolsa hasta que pierden una buena parte y, asustados, vuelven a poner lo que les queda en el banco. Este tipo de persona, queriendo hacerse rico pronto, más que invertir, lo que hace es especular, pretender comprar barato y vender caro. Es algo extraordinariamente difícil. Si fuera fácil no estaría yo aquí a las dos de la madrugada escribiendo este artículo.
¿No hay solución pues? Claro que la hay. La respuesta es simple: la clave es el TIEMPO.
GUARDAR: Ese dinero que se va a gastar enseguida, en las próximas horas o días. Guardarlo en el bolsillo o en la cuenta corriente y aceptar que en ese plazo a penas perderá valor.
AHORRAR: Ese dinero que necesitaremos en un plazo más largo de tiempo pero siempre corto, es decir, menos de 10 años, usaremos depósitos bancarios o prestaremos nuestro dinero a empresas en forma de bonos o al estado en forma de pagarés y letras. Así, cuando lo necesitemos, no perderemos sino que obtendremos como los bancos un poquito del beneficio empresarial, de la riqueza generada por las empresas
INVERTIR: Si se trata de reservar dinero para plazos muy largos, 10 años o más, debemos invertir nuestro dinero, convertirnos directamente en propietarios de las empresas a través de fondos de inversión o de planes de pensiones invertidos en Renta Variable. Si seguimos reglas prudentes de diversificación, no correremos riesgos significativos y disfrutaremos plenamente de la extraordinaria acumulación de patrimonio que esto permite. En próximos artículos hablaremos de la manera correcta de invertir a largo plazo.
De momento, quedémonos con la lección de que dejar al banco que se lleve todo el beneficio de nuestras inversiones a largo plazo o decidir no ahorrar a largo plazo por creer que no merece la pena, puede que sea una mala idea, casi tan mala como guardar el dinero en el colchón.
El hombre es el animal por excelencia que se define por su capacidad de producir y de atesorar más de lo que necesita. El progreso de la humanidad está muy relacionado con el incremento de esa capacidad.
Sin embargo, habrá una gran diferencia en el éxito de cada persona y grupo social si se dedican simplemente a guardar el exceso de producción, a ahorrarlo o a invertirlo.
Porque esas son las tres cosas que se pueden hacer con el dinero no consumido: Guardarlo debajo del colchón, ahorrarlo en una cuenta corriente o en un depósito bancario o invertirlo. Por mucho que se empeñen algunos, las cosas, los bienes tangibles no incrementan su valor con el paso del tiempo. Tal vez aumente su precio pero no su valor. Lo más probable es que el valor disminuya debido al deterioro producido por el paso del tiempo. Los seres humanos compramos cosas y las guardamos o las usamos. Hay quien piensa que se puede invertir en oro, en cuadros o en naranjas. En mi opinión, esas no son inversiones reales. Si compramos oro y lo dejamos quieto durante 100 siglos, su valor no se incrementará, tal vez se oxide y desaparezca pero no producirá nada. Con los bienes tangibles lo que si se puede hacer es especular. Luego volveremos a ello.
Caso distinto son las empresas. Una empresa consiste en una combinación de factores de producción (dinero, maquinaria, materias primas, inteligencia, creatividad, combustibles, trabajo humano… ) que puestos a trabajar, PRODUCEN MÁS VALOR que la suma del valor de los factores utilizados. Es decir, generan riqueza, crean valor.
Acabo de mencionar entre los factores de producción uno especial: el dinero. El dinero en forma de capital puede ser el motor que inicia la actividad de la empresa al permitirle comprar los factores iniciales. Es la existencia de empresas la que nos da a todos la oportunidad de hacer algo con nuestro dinero.
Decíamos que una de las cosas que podemos hacer con el dinero es guardarlo: en el colchón o en la lata del café o como aquel campesino que iba todos los sábados al banco a que le enseñaran el dinero que les había dejado en depósito. El dinero guardado así es tan inútil como cualquier otro bien tangible. No crece, solamente se deteriora. Aparte del deterioro físico del dinero o de su pérdida, pierde valor por culpa de la inflación. El continuo incremento de la demanda de bienes hace que cada vez los precios suban con lo que el dinero pierde parte de su valor. Mala idea pues la de guardar el dinero.
Otra forma de conservarlo sin que pierda todo su valor, es ahorrarlo en cuentas corrientes remuneradas o en depósitos bancarios. Consiste en entregarle nuestro dinero a un banco para que lo utilice en la economía real prestándolo como capital a quien lo necesita y obteniendo con ello unas ganancias. El banco a cambio de nuestro depósito nos devuelve un poco de la rentabilidad que ha obtenido con lo que compensamos la perdida de valor debida a la inflación.
Llegado a este punto, un lector podría preguntarse: ¿Por qué le dejamos al banco nuestro dinero para que gane altas rentabilidades y nos devuelva una pequeña fracción? La respuesta también es sencilla: Porque nosotros no sabríamos invertirlo adecuadamente y correríamos el riesgo de perder nuestra inversión o al menos, de no poder disponer de nuestro dinero cuando lo necesitáramos. El banco nos garantiza que lo obtendremos en la fecha fijada pase lo que pase.
Aún así, muchas personas, hartas de que el banco se lleve todo el beneficio, se deciden a invertir el dinero en bolsa hasta que pierden una buena parte y, asustados, vuelven a poner lo que les queda en el banco. Este tipo de persona, queriendo hacerse rico pronto, más que invertir, lo que hace es especular, pretender comprar barato y vender caro. Es algo extraordinariamente difícil. Si fuera fácil no estaría yo aquí a las dos de la madrugada escribiendo este artículo.
¿No hay solución pues? Claro que la hay. La respuesta es simple: la clave es el TIEMPO.
GUARDAR: Ese dinero que se va a gastar enseguida, en las próximas horas o días. Guardarlo en el bolsillo o en la cuenta corriente y aceptar que en ese plazo a penas perderá valor.
AHORRAR: Ese dinero que necesitaremos en un plazo más largo de tiempo pero siempre corto, es decir, menos de 10 años, usaremos depósitos bancarios o prestaremos nuestro dinero a empresas en forma de bonos o al estado en forma de pagarés y letras. Así, cuando lo necesitemos, no perderemos sino que obtendremos como los bancos un poquito del beneficio empresarial, de la riqueza generada por las empresas
INVERTIR: Si se trata de reservar dinero para plazos muy largos, 10 años o más, debemos invertir nuestro dinero, convertirnos directamente en propietarios de las empresas a través de fondos de inversión o de planes de pensiones invertidos en Renta Variable. Si seguimos reglas prudentes de diversificación, no correremos riesgos significativos y disfrutaremos plenamente de la extraordinaria acumulación de patrimonio que esto permite. En próximos artículos hablaremos de la manera correcta de invertir a largo plazo.
De momento, quedémonos con la lección de que dejar al banco que se lleve todo el beneficio de nuestras inversiones a largo plazo o decidir no ahorrar a largo plazo por creer que no merece la pena, puede que sea una mala idea, casi tan mala como guardar el dinero en el colchón.
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Javier García Monedero,
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lunes, 24 de octubre de 2011
Una garantía=Dos mentiras (2ª parte)
La afirmación que da titulo a este artículo puede parecer un poco
radical. Es intencionado. La palabra “garantía” está tan profundamente
inscrita en las mentes de los consumidores que se necesita un titular
así para la atención y forzar una reflexión sobre este tema. Y es
precisamente en estas circunstancias históricas, cuando bancos y países
quiebran o están a punto de hacerlo, cuando más a mano tenemos la prueba
evidente de esta afirmación. En épocas de bonanza, es más difícil
encontrar la manera de demostrarlo.
El mundo crece, las empresas crecen y dan beneficios, el capital siempre obtiene su retribución pero desgraciadamente muy pocos se benefician de ese crecimiento. Se acumulan fortunas enormes pero la mayor parte de la población carece de la formación básica para poder aprovechar adecuadamente los beneficios del sistema productivo. Y la culpa es de las garantías. Las personas demandan garantías y las instituciones (empresas, bancos y estados) las ofrecen.
Y, ¿qué es una garantía? Es un compromiso contractualmente adquirido de cumplir una determinada promesa. En el sector financiero se refiere a un compromiso de pago y más concretamente, al pago de un determinado tipo de interés a cambio del préstamo de un dinero. El banco A ofrece un 3,2% de interés garantizado por sus depósitos a plazo de un año. El estado B ofrece un 5% garantizado por sus bonos a 5 años. La empresa C emite bonos a 10 años a un 8% de interés garantizado.
¿Por qué unos garantizan más que otros? Aparte del plazo que puede influir, lo primero que hay que aprender y no olvidar es el siguiente principio que se cumple absolutamente siempre:
Cuanto más alto sea el tipo de interés que nos garantizan, mayor es el peligro de perder el capital
Nadie paga más interés que los necesarios y los que pagan más es simplemente porque “los mercados” (los famosos mercados) no están dispuestos a prestarles dinero a un tipo de interés menor a causa del riesgo que perciben. De igual manera, cuanto más alto sea el tipo de interés de una moneda, más alta es la posibilidad de que se devalúe.
Este es el momento de explicar cuáles son las dos mentiras a que hace referencia el título:
Mentira nº 1: La garantía trata de ocultar un riesgo que no desaparece ni se mitiga por efecto de esa garantía.
Mentira nº 2: Quien te garantiza algo, espera invertir tu dinero con tu riesgo y obtener mucha más rentabilidad de la que te ofrece.
Veamos un caso práctico: el banco A me ofrece la oportunidad de invertir 10.000€ en un bono a 10 años de la compañía B por un interés anual garantizado del 6%.
Por otra parte yo tengo la oportunidad de usar mis 10.000€ en comprar acciones de la misma compañía B.
El riesgo que corro es el de la quiebra de la compañía. Si no quiebra podrá pagarme mis intereses y mi capital sin problema. Si en vez de bonos tengo acciones, esas acciones tendrán un valor determinado dentro de 10 años.
Ahora bien, si esa compañía me ofrece un 6% por mi dinero, debo suponer que espera obtener una rentabilidad superior a ese 6%. Así pues mi riesgo en caso de quiebra es el mismo como bonista que como accionista pero si soy bonista el MÁXIMO que ganaré es un 6% mientras que como accionista el MÍNIMO que ganaré será un 6%, sea vía dividendos o vía apreciación de las acciones.
Si quiero complicarlo un poco más, como accionista aún tendré la oportunidad de vender mis acciones antes de la quiebra final con lo que la pérdida de capital puede ser menor que en el caso del bonista. Parece claro que en el largo plazo, es mucho mejor comprar las acciones que los bonos de una misma compañía.
Cuanto mayor sea el tipo de interés que pague una compañía, más probable es que quiebre y a la inversa, cuanto menor sea el tipo de interés, más probable es que sus beneficios sean elevados y que como accionistas ganemos muy buena rentabilidad.
Solo en los plazos cortos tiene sentido asegurar el tipo de interés. Pero siempre que hablemos de invertir a plazos muy largos, orientados a nuestra jubilación, la renta variable será la opción preferente. Aprendamos a diversificar y promediar y aprovechemos al máximo la economía productiva.
El mundo crece, las empresas crecen y dan beneficios, el capital siempre obtiene su retribución pero desgraciadamente muy pocos se benefician de ese crecimiento. Se acumulan fortunas enormes pero la mayor parte de la población carece de la formación básica para poder aprovechar adecuadamente los beneficios del sistema productivo. Y la culpa es de las garantías. Las personas demandan garantías y las instituciones (empresas, bancos y estados) las ofrecen.
Y, ¿qué es una garantía? Es un compromiso contractualmente adquirido de cumplir una determinada promesa. En el sector financiero se refiere a un compromiso de pago y más concretamente, al pago de un determinado tipo de interés a cambio del préstamo de un dinero. El banco A ofrece un 3,2% de interés garantizado por sus depósitos a plazo de un año. El estado B ofrece un 5% garantizado por sus bonos a 5 años. La empresa C emite bonos a 10 años a un 8% de interés garantizado.
¿Por qué unos garantizan más que otros? Aparte del plazo que puede influir, lo primero que hay que aprender y no olvidar es el siguiente principio que se cumple absolutamente siempre:
Cuanto más alto sea el tipo de interés que nos garantizan, mayor es el peligro de perder el capital
Nadie paga más interés que los necesarios y los que pagan más es simplemente porque “los mercados” (los famosos mercados) no están dispuestos a prestarles dinero a un tipo de interés menor a causa del riesgo que perciben. De igual manera, cuanto más alto sea el tipo de interés de una moneda, más alta es la posibilidad de que se devalúe.
Este es el momento de explicar cuáles son las dos mentiras a que hace referencia el título:
Mentira nº 1: La garantía trata de ocultar un riesgo que no desaparece ni se mitiga por efecto de esa garantía.
Mentira nº 2: Quien te garantiza algo, espera invertir tu dinero con tu riesgo y obtener mucha más rentabilidad de la que te ofrece.
Veamos un caso práctico: el banco A me ofrece la oportunidad de invertir 10.000€ en un bono a 10 años de la compañía B por un interés anual garantizado del 6%.
Por otra parte yo tengo la oportunidad de usar mis 10.000€ en comprar acciones de la misma compañía B.
El riesgo que corro es el de la quiebra de la compañía. Si no quiebra podrá pagarme mis intereses y mi capital sin problema. Si en vez de bonos tengo acciones, esas acciones tendrán un valor determinado dentro de 10 años.
Ahora bien, si esa compañía me ofrece un 6% por mi dinero, debo suponer que espera obtener una rentabilidad superior a ese 6%. Así pues mi riesgo en caso de quiebra es el mismo como bonista que como accionista pero si soy bonista el MÁXIMO que ganaré es un 6% mientras que como accionista el MÍNIMO que ganaré será un 6%, sea vía dividendos o vía apreciación de las acciones.
Si quiero complicarlo un poco más, como accionista aún tendré la oportunidad de vender mis acciones antes de la quiebra final con lo que la pérdida de capital puede ser menor que en el caso del bonista. Parece claro que en el largo plazo, es mucho mejor comprar las acciones que los bonos de una misma compañía.
Cuanto mayor sea el tipo de interés que pague una compañía, más probable es que quiebre y a la inversa, cuanto menor sea el tipo de interés, más probable es que sus beneficios sean elevados y que como accionistas ganemos muy buena rentabilidad.
Solo en los plazos cortos tiene sentido asegurar el tipo de interés. Pero siempre que hablemos de invertir a plazos muy largos, orientados a nuestra jubilación, la renta variable será la opción preferente. Aprendamos a diversificar y promediar y aprovechemos al máximo la economía productiva.
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