La afirmación que da titulo a este artículo puede parecer un poco
radical. Es intencionado. La palabra “garantía” está tan profundamente
inscrita en las mentes de los consumidores que se necesita un titular
así para la atención y forzar una reflexión sobre este tema. Y es
precisamente en estas circunstancias históricas, cuando bancos y países
quiebran o están a punto de hacerlo, cuando más a mano tenemos la prueba
evidente de esta afirmación. En épocas de bonanza, es más difícil
encontrar la manera de demostrarlo.
El mundo crece, las empresas crecen y dan beneficios, el capital
siempre obtiene su retribución pero desgraciadamente muy pocos se
benefician de ese crecimiento. Se acumulan fortunas enormes pero la
mayor parte de la población carece de la formación básica para poder
aprovechar adecuadamente los beneficios del sistema productivo. Y la
culpa es de las garantías. Las personas demandan garantías y las
instituciones (empresas, bancos y estados) las ofrecen.
Y, ¿qué es una garantía? Es un compromiso contractualmente adquirido
de cumplir una determinada promesa. En el sector financiero se refiere a
un compromiso de pago y más concretamente, al pago de un determinado
tipo de interés a cambio del préstamo de un dinero. El banco A ofrece
un 3,2% de interés garantizado por sus depósitos a plazo de un año. El
estado B ofrece un 5% garantizado por sus bonos a 5 años. La empresa C
emite bonos a 10 años a un 8% de interés garantizado.
¿Por qué unos garantizan más que otros? Aparte del plazo que puede
influir, lo primero que hay que aprender y no olvidar es el siguiente
principio que se cumple absolutamente siempre:
Cuanto más alto sea el tipo de interés que nos garantizan, mayor es el peligro de perder el capital
Nadie paga más interés que los necesarios y los que pagan más es
simplemente porque “los mercados” (los famosos mercados) no están
dispuestos a prestarles dinero a un tipo de interés menor a causa del
riesgo que perciben. De igual manera, cuanto más alto sea el tipo de
interés de una moneda, más alta es la posibilidad de que se devalúe.
Este es el momento de explicar cuáles son las dos mentiras a que hace referencia el título:
Mentira nº 1: La garantía trata de ocultar un riesgo que no desaparece ni se mitiga por efecto de esa garantía.
Mentira nº 2: Quien te garantiza algo, espera invertir tu dinero con
tu riesgo y obtener mucha más rentabilidad de la que te ofrece.
Veamos un caso práctico: el banco A me ofrece la oportunidad de
invertir 10.000€ en un bono a 10 años de la compañía B por un interés
anual garantizado del 6%.
Por otra parte yo tengo la oportunidad de usar mis 10.000€ en comprar acciones de la misma compañía B.
El riesgo que corro es el de la quiebra de la compañía. Si no quiebra
podrá pagarme mis intereses y mi capital sin problema. Si en vez de
bonos tengo acciones, esas acciones tendrán un valor determinado dentro
de 10 años.
Ahora bien, si esa compañía me ofrece un 6% por mi dinero, debo
suponer que espera obtener una rentabilidad superior a ese 6%. Así pues
mi riesgo en caso de quiebra es el mismo como bonista que como
accionista pero si soy bonista el MÁXIMO que ganaré es un 6% mientras
que como accionista el MÍNIMO que ganaré será un 6%, sea vía dividendos o
vía apreciación de las acciones.
Si quiero complicarlo un poco más, como accionista aún tendré la
oportunidad de vender mis acciones antes de la quiebra final con lo que
la pérdida de capital puede ser menor que en el caso del bonista. Parece
claro que en el largo plazo, es mucho mejor comprar las acciones que
los bonos de una misma compañía.
Cuanto mayor sea el tipo de interés que pague una compañía, más
probable es que quiebre y a la inversa, cuanto menor sea el tipo de
interés, más probable es que sus beneficios sean elevados y que como
accionistas ganemos muy buena rentabilidad.
Solo en los plazos cortos tiene sentido asegurar el tipo de interés.
Pero siempre que hablemos de invertir a plazos muy largos, orientados a
nuestra jubilación, la renta variable será la opción preferente.
Aprendamos a diversificar y promediar y aprovechemos al máximo la
economía productiva.